Un espectáculo natural nos sorprendió el pasado
sábado 7 de febrero de 2015, desde muy temprano del cielo empezaron a caer unos
copos que fueron tiñendo nuestros tejados de blanco. Un acontecimiento del que
pudieron disfrutar tanto pequeños como mayores. Era sábado a las 8:00 de la
mañana y la gente daba un salto de la cama, se vestía con ropas abrigadas y
salía a la calle para compartir con los suyos este magnífico día. Los bares
comenzaban a ser puntos de encuentro donde un único tema abarcaba la tertulia
de los allí presentes: nieve, nieve y nieve. Y es que hace muchos años que no
disfrutábamos de un día así. Además, llevábamos semanas viendo en los
telediarios a casi toda España cubierta de nieve, pueblos incomunicados,
carreteras cortadas… y pese a esos inconvenientes estábamos deseosos de que
algo así ocurriera aunque solo fuera para disfrutar de este gran día.
Así un grupo de jóvenes disfrutaron de este día:
quedamos para desayunar tortas fritas en el bar (la verdad es que el cuerpo
pedía algo calentito y algo consistente para darnos fuerzas para el resto del
día). Una vez terminados, cogimos dirección a la sierra donde esperábamos que
iba a haber mucha más nieve de la que había caído en el pueblo. Así que
empezamos a andar en dirección a los Hoyos y acompañados de esos copos de nieve
que no dejaban de caer nos fuimos adentrando en lo que parecía otro mundo.
Aunque mi intención es describiros lo mejor posible el
paisaje y la felicidad de todos al poder disfrutar de este día, como muy cierto
es: una imagen vale más de mil palabras, así que con
ellas os dejo…
Esther
Guillén.
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