En este día
tan especial para todos, muchos de nosotros ayudamos a cocinar a nuestros
padres y ultimar todos los detalles para que la cena familiar que se hace en
esta noche, fuese lo más perfecta y agradable posible, por lo cual a lo largo
del día a penas pudimos vernos.
Pero siempre
está esa hora de café que es como un descanso, (digamos un kit-kat) del que no
puedes escapar si quieres actualizarte en temas de conversación y hechos
sucedidos.
La noche del
24 en otras ciudades se suele pasar con los amigos, de viaje, pero aquí en los
pequeños pueblos, esta noche es para pasar una velada con nuestras familias, no
sólo pasamos esta noche con ellos, sino todas las que podemos, pero digamos que
esta tiene algo especial…Llamémoslo
espíritu navideño y compromiso con nuestras familias.
Pues bien,
tras la cena viene la fiesta, momento en el que si nos reunimos todos los
amigos para pasar lo que queda de noche juntos.
Como todos los
24 de diciembre, empezamos con los sorteos del amigo invisible, cada año somos
más, lo que quiere decir es que las probabilidades de que te salga regalarte a
ti mismo sean mayores, y dirás ¿¿¿Y si me estoy callado y me regalo a mi
mismo????, ¿¿¿Quién me va a conocer mejor que yo mismo????...
Pero es como
una regla, cada vez que a alguien le toca su nombre, se paraliza el sorteo y
vuelta a empezar….Así 1,2,3,4,5,6,7 y hasta 8 veces, algunos pensábamos que el
sol salía y aun no teníamos nuestro amigo invisible…
Por fin todos
contentos y con su amigo invisible bien definido, ahora era el momento de
averiguar que quiere o que le gustaría que le regalasen, entre otras cosas
salieron libros de lectura, decoración para el interior de nuevas casas, gorros
de invierno y como no la maravillosa y mística CREPERA…
Zanjado este
tema, algunos de nosotros continuamos la fiesta en la discoteca del pueblo, y
otros decidieron pasar la noche en un recinto a las afueras del pueblo, donde
no faltó un buen villancico, una pandereta y unas risas junto al karaoke…
Michael Macías.